jueves, 21 de junio de 2007
miércoles, 6 de junio de 2007
La "des-cualificación" de los objetos
Hoy, subiéndome al metro, vi un objeto en el suelo.
Era redondo, plano, una delgada capa de metal. Tenía agujeritos simétricos en todo su cuerpo, me recordó un reloj, un vitral, una pieza de jueguetes. Lo vi tan sólo unos segundos antes de bajar la escalera. No lo recogí. Ni siquiera paré.
Era un objeto hermoso, objetivamente hablando. O bueno, quizás no hermoso, pero nadie podría decir que era feo. No, nadie podría decir que era feo.
Estaba tirado en la calle, sin que nadie le prestara atención. Hubo un tiempo en que los indígenas de este continente se maravillaban con trozos de vidrio de colores. Hermosos objetos también, debo decirlo.
Al primer CD que me compré lo acaricié, literalmente, durante horas y días.
Cuando los discos vírgenes bajaron la barrera psicológica de los 1.000 pesos, lo perdí.
Era redondo, plano, una delgada capa de metal. Tenía agujeritos simétricos en todo su cuerpo, me recordó un reloj, un vitral, una pieza de jueguetes. Lo vi tan sólo unos segundos antes de bajar la escalera. No lo recogí. Ni siquiera paré.
Era un objeto hermoso, objetivamente hablando. O bueno, quizás no hermoso, pero nadie podría decir que era feo. No, nadie podría decir que era feo.
Estaba tirado en la calle, sin que nadie le prestara atención. Hubo un tiempo en que los indígenas de este continente se maravillaban con trozos de vidrio de colores. Hermosos objetos también, debo decirlo.
Al primer CD que me compré lo acaricié, literalmente, durante horas y días.
Cuando los discos vírgenes bajaron la barrera psicológica de los 1.000 pesos, lo perdí.
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