lunes, 18 de mayo de 2009

Madurez

Yo me creía viva, pilla, astuta, de vuelta... hasta que me cagó un shanta.

jueves, 7 de mayo de 2009

Ese

Ese hombre está loco. Se le nota en la mirada, en el gesto de la boca, en las inflexiones de la voz. Ese hombre coquetea, y te calienta, y dice cosas de las que no se hace cargo, no se hace cargo de nada. Te mira y piensa que es tu responsabilidad.

Es un niño pequeño que no sabe lo que quiere y lo quiere todo; todo ahora mismo, pero nada ahora mismo, como teniendo una pataleta por un juguete que no existe. Hace mohines, ¡tal cual!, espera que leas sus gestos, que adivines sus intenciones, que lo consueles de dolores que no conoces, que lo protejas de una vida que te parece completamente abierta. Él siempre ha podido acercarse pero no quiere, quiere que tú lo hagas. Es como si quisiera que lo violaras para salvarlo.

Quiere que lo ames y no quiere amar a nadie, pero llama, repite constantemente Beatriz, mientras lo miras detrás de un vidrio opaco y el corazón se te rompe.
Se te rompe porque no dice tu nombre, no eres tú lo que quiere sino una salvación de sí mismo.
Se te rompe porque golpea frustrado el cristal cuando le ofreces lo que tienes -que no es mucho, que no es la salida- no le satisface. Tú no eres Beatriz. Tú también estás perdida. A veces incluso en el mismo infierno. Para ser precisos en el noveno círculo.
Se te rompe porque te encara que no eres suficientemente nada como para hacerlo feliz. Se te rompe, no eres nada, él se vuelve todo y permanente, hermoso como hermoso puede ser lo verdaderamente terrible.